La Escuela del Ballet Ruso: el camino a la excelencia
A menudo me preguntan por qué la escuela rusa es tan importante
Hoy hablaré un poco sobre los comienzos del ballet en Rusia, sobre el ballet ruso en el Siglo XX habrá que escribir otro artículo muchísimo más extenso.
Rusia sigue siendo un centro de la cultura mundial de la danza. No solo por la cantidad de obras en el repertorio o por la escuela, que se considera la mejor del mundo, sino por la profundidad de las obras. En el ballet, los espectáculos rusos no son gimnasia o deporte, es arte que respeta las tradiciones, escuela, profesores…
Artistas que han conseguido superar lo conocido en su época. Aprenden a cada paso y siguen adelante pero siempre con un gran respeto al Arte. Como todo en el mundo, en diferentes países aparecen fenómenos parecidos casi al mismo tiempo (alguna década de diferencia es insignificante para la historia).
El ballet tenía como fin entretener principalmente a los aristócratas
Durante centenares de años, el ballet tenía como fin entretener principalmente a los aristócratas. En sus comienzos, el ballet, como forma de arte teatral, servía de complemento a la opera, los bailarines actuaban con máscara y a menudo sin que su presencia tuviera relación con el desarrollo del argumento. En el siglo XVII, las danzas se introducían también en las representaciones teatrales (por ejemplo en las obras de Moliere).
El ballet, como especialidad de la danza, aparece en la Francia de Luis XIV (con influencia italiana y española). El nombre del creador de la escuela es Jean-Georges Noverre (1727-1810), por eso la terminología de ballet es francesa. Jean-Georges Noverre fue el primero en hacer un ballet con argumento, como una obra entera e independiente, “Jason y Medea”, con música Jean-Joseph Rodolphe (1763, Stuttgart).
En muchas óperas de esta época vemos un pequeño ballet cómo un cuadro insertado en la obra. Un ejemplo es la ópera “Orfeo y Eurídice“, del compositor alemán Ch. W. Gluck, que fue estrenada en Viena en 1762. En varias operas de Mozart: Idomeneo 1781, Las Bodas de Fígaro, 1786, Don Juan 1787.
Las primeras representaciones de ballet en San Petersburgo aparecieron en la corte del zar Alexis I de Rusia el 17 de febrero de 1672 con el espectáculo “Orfeo”. En la época de Pedro I el Grande, en Rusia se promulgó una ley, según la cual las danzas tenían que formar parte de la educación aristocrática y los jóvenes de las clases nobles obligatoriamente tenían que estudiar danza.
En 1731, fue abierta en San Petersburgo la primera escuela para preparar cadetes militares, donde estudiaban niños de las familias de alta cuna a partir de 5-6 años de edad y durante 15 años. Los cadetes tenían que aprender las reglas de un comportamiento refinado propio de los sectores aristocráticos, por eso era obligatorio estudiar las bellas artes, la música y la danza.
En 1734 fue invitado cómo profesor de danza Jean Baptice Landé (1697 Bordeux -1748 San Petersburgo). Su primer espectáculo de danza en 1736 fue divertimento en la ópera de Francesco Araya “La Fuerza del amor y odio” (coreografía de Foccano). Las actuaciones de cadetes tenían éxito, pero al terminar la escuela ellos abandonaban los estudios de danza y se dedicaban a los asuntos del Estado.
Landé solicitó a los zares la creación de una escuela de ballet
En 1738 Landé solicitó a los zares la creación de una escuela de ballet para poder preparar a los bailarines profesionales. Así apareció la Escuela de su Majestad Imperial, que posteriormente se convirtió en la Escuela Imperial de Teatro, actualmente es la Academia de Ballet Ruso “Vaganova”. La escuela estaba situada en el Viejo Palacio de Invierno, donde en el siglo XVII fue construido el Teatro Hermitage. Sus alumnos, los primeros artistas de ballet ruso, posteriormente se quedaban como profesores.
En 1742 los alumnos de Lande participaban en los actos de coronación de Isabel I de Rusia, con dos ballets: “La manzana de oro en el festín de dioses y el juicio sobre Paris” y “La alegría de los pueblos sobre la aparición de Astrea en el horizonte de Rusia y restauración de la Edad Dorada”.
Después de la llegada a Rusia de la princesa Sophie Friederike Auguste Anhalt-Zerbst, futura Emperatriz Catalina II la Grande” en 1744, Landé se convirtió en su profesor de danza. La importancia que le daba la Corona rusa a las artes, y especialmente los espectáculos para los Teatros Imperiales, Mariinskiy en San Petersburgo y Bolshoi en Moscú, han tenido fantásticos resultados. Una multitud de grandiosos espectáculos en su repertorio, grandes compositores, coreógrafos, diseñadores, profesores, artistas…
En las óperas, el ballet seguiría existiendo con su función auxiliar, pero cada vez con más importancia en la trama. En muchas óperas las escenas de ballet se convirtieron en las obras que en la actualidad tienen vida independiente.
Los mejores actos de ballet de las óperas:
Mijail Glinka: “Iván Susanin” (o “La Vida por el Zar”) – Un acto de Baile Polaco. En 1836 estrenada en San Peterburgo.
Mijail Glinka “Ruslán y Liudmila” – un acto de danzas orientales. Estrenada en 1842 en San Petersburgo.
Modest Musorgskiy “Jovánschina“, la danza de las persas 1886.
Alexander Borodín “Príncipe Igor” – con el acto de ballet “Las danzas polovtsianas”. Borodín empezó a componer esta ópera en 1869, pero su estreno fue en 1890 después de la muerte del compositor.
Charles Gounod, en la opera Fausto, incluye como acto de ballet “La noche de Walpurgis”.
En 1859 se estrenó en Paris la ópera Fausto, pero la escena de ballet “La Noche de Walpurgis” no fue añadida hasta 1869. En Rusia este ballet se interpreta con la coreografía de Leonid Lavrovskiy. En el siglo XIX, los mejores espectáculos de danza se creaban en Rusia, la Corona dedicaba muchísimo dinero a las producciones. Los más importantes bailarines y coreógrafos de la época buscaban contratos en Rusia.
Por ejemplo, M. Petipa trabajó en Rusia durante 60 años. Marius Petipá creo más de 60 ballets, de los cuales los más importantes son: su primer ballet “La hija del Faraón” (San Petersburgo, 1862), “Don Quijote” (Moscú, 1869), “La Bayadera” (San Petersburgo, 1877), “La Bella Durmiente“ (San Petersburgo, 1890), El Lago de los Cisnes (San Petersburgo, 1895, junto con Lev Ivanov), Raimonda (San Petersburgo, 1898). Marius Petipa decía: “El Ballet es el arte serio, en él debería prevalecer plástica y belleza, y no todo tipo de saltos, giros sin sentido y elevaciones de piernas por encima de la cabeza… Así el ballet cae, sin duda, cae”.
Los ballets de Piotr Iliich Tchaikovskiy (1840-1893) abrieron una nueva época en el ballet mundial. El lago de los Cisnes (1877), La Bella Durmiente (1890) y El cascanueces (1892), que hasta el día de hoy son los ballets más queridos y más representados en todo el mundo.
La riqueza cultural rusa fue presentada en Europa por uno de los más grandes empresarios teatrales en todos los tiempos: Serguey Diaguilev. Primero con las exposiciones de arte, después con la ópera, a partir de 1909 con las temporadas de los Ballets Rusos en Paris y después en los más importantes escenarios europeos y americanos.
Cuando después del éxito de la ópera rusa en Paris, teniendo ya el contrato para el año siguiente, Diáguilev anunció al director de la ópera de París que pensaba traer ballets en la siguiente temporada, el director francés le anuló el contrato diciendo que el ballet no era comercial. Diaguilev alquiló otro teatro en Paris, el Teatro Chatelet, hizo reformas para que tuviera el lujo necesario para los espectadores, que además debería corresponder a la estética rusa.
Diaguilev reunió a los mejores creadores y artistas para llevar adelante sus ideas artísticas
El siglo XX debe mucho, por no decir todo a Diaguilev. El reunió a los mejores creadores, artistas, nobleza, patrocinadores de todas partes para llevar adelante sus ideas artísticas sobre cómo tenía que desarrollarse el ballet y el arte en general. El revolucionó el arte en el primer cuarto de siglo XX, impulsó muchos proyectos culturales que directa o indirectamente salían de las ideas de Diagulev.
Como dato curioso, en esta época muchos bailarines ingleses cambiaban sus nombres por nombres rusos (Anton Dolin – Patrick Healey-Kay, Alisia Markova – Lilian Alice Marks y Lidia Sokolova – Hilda Munnings)
Recibía muchas críticas de los puristas clásicos, pero conseguía triunfos en los más importantes teatros del mundo. Si no fuera por los artistas rusos de Diaguilev, posiblemente no existirían ni el ballet de Monte Carlo, ni el de Paris, ni el de Nueva York, ni el de Cuba………. Hasta La Tropicana de Cuba surgió porque en las fechas del año nuevo los artistas de los Ballets Rusos de Diaguilev estaban en Cuba y crearon un espectáculo festivo.
Como ejemplo, en Granada en la actualidad, la Compañía Nacional de Danza estrena El Sombrero de tres picos (decorado lo hizo Picasso). Es un ballet que no existiría si no fuera por Sergey Diaguilev. Por los problemas de Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial, tras su gira por América, la compañía de Ballets Rusos de Diaguilev llega a Cádiz, actúa a Madrid, donde tiene muchísimo éxito (1916-1918). El rey Alfonso XIII valora la amistad con Diaguilev, personalmente le encuentra actuaciones en el norte de España… Diaguilev decide hacer una obra con temas de España.
Diaguilev y Manuel de Falla
Diaguliev supervisó el trabajo de Manuel de Falla para que hiciera la música necesaria para un buen ballet, recortaba y ampliaba partes musicales y buscaba personalmente a los bailarines. El primer bailarín masculino, Félix Fernández, posteriormente se fue de gira con el Ballet Ruso a Londres (22.07.1919 estreno en el Teatro Alhambra de Londres), pero a la bailarina española los padres no le permitieron salir de España.
Gracias a Sergey Diaguilev el camino del ballet en el siglo XX cambió su rumbo